viernes, 27 de marzo de 2009

PRÓLOGO, por María García Pérez




“Existe cierto tipo de ficciones mediante las cuales el autor intenta liberarse de una obsesión que no resulta clara ni para él mismo”

Esta frase, escrita por el conocido literato argentino Ernesto Sábato al comienzo de su obra Sobre héroes y tumbas, ilustra a mi modo de ver el torbellino mental en que el autor de esta pequeña obra debió de verse inmerso, absorto ante el discurrir de sus propios pensamientos fluyendo sin dominio, impregnando el papel en blanco con una historia trepidante que una y otra vez viaja más allá de sí misma hasta tocar los entresijos del mundo. Ahora bien, la claridad aparece siempre a posteriori cuando la mente es lo suficientemente lúcida y creativa como para ordenar la más absoluta entropía del único modo en que esto es posible, es decir, mediante la facultad de la imaginación, aquella capaz de plasmar lo inaudito y de darle un sentido humano y universal, aquella capaz de componer una obra como la que el lector tiene ahora entre sus manos.

Sorprendente, extremadamente rica en matices y con un ritmo frenético, es de esos pocos escritos que rompen la realidad en mil pedazos precisamente para explicarla, para congelar y detener mediante palabras lo que no puede detenerse, lo que no está sujeto jamás a concepto ni a ley alguna. Así es, la imaginación funciona aquí de arma que resquebraja el velo de las apariencias para ir más allá, la imaginación en su propio desarrollo, en el discurrir de cada escena, de cada capítulo, de cada concatenación de palabras, dice aquí lo que ella misma muestra siempre sin tener que recurrir necesariamente a conceptos: la libertad que supone saberse en un universo caosmológico. Genial, a mi parecer, por conseguir lo imposible, esto es, lo impensable.

Sus influencias son sencillas de rastrear y, a un tiempo, magistralemte trascendidas en un derroche de originalidad. Así la ciencia ficción a partir de todo el imaginario cinematográfico desde Blade Runner hasta 28 días después es aunada sin dificultad con la filosofía del siglo XX a partir de Nietzsche, pasando por el existencialismo francés, y que llega hasta G. Deleuze, y, ambos vértices se complementan para ofrecer una visión metafísica acerca de lo real mediante una historia apocalíptica y en ocasiones siniestra que trata de revelarnos algo sobre nosotros mismos, sobre el fondo oscuro que mueve la Historia de los hombres en un universo que se desbarata y se reconstruye sin más sentido que la continuidad, unas veces reglada, otras veces explosiva, de la pura violencia.

Una Historia que es la nuestra, una ley informe, un puro devenir en que todos nos movemos sin más sentido que el sinsentido.

Pero hay algo más: una teoría literaria dentro de la propia novela, esto es, una novela a cerca del arte mismo, del poder creativo del hombre capaz de desentrañar esas líneas maestras ocultas que no nos permiten reposo.

Muchos, además, son los pasajes de este relato que, por su vigor y agudeza, pueden llegar a inquietar el pensamiento del lector truncando esquemas, mostrando en su crudeza lo inefable, y, todo ello, mediante el uso de un estilo fluido, sin caer en retóricas vacías ni en el regodeo que inspira el relatar la barbarie con un efectismo barato o un patetismo que pudiera hacer pensar en juicio moral alguno sobre los hechos y las ideas que se narran.

Lejos de la vacuidad del ornamento, con un lenguaje sincero y espontáneo se va tejiendo esta novela que absorbe y deja sin respiración a aquel que decide comenzarla. Una oportunidad, pues, de disfrutar de buena literatura sin tener que pasar por la industria cultural pensando en el alto valor monetario de las ideas.



María García Pérez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario